Cuerpo incomprensible, cuerpo penetrable y opaco, cuerpo abierto y cerrado, cuerpo utópico. Cuerpo absolutamente visible en un sentido. Sé muy bien lo que es ser observado por alguien de arriba abajo. Sé lo que es ser espiado por detrás, vigilado por encima del hombro, sorprendido cuando menos lo esperaba, sé lo que es estar desnudo. Y, no obstante, este mismo cuerpo que es tan visible, es retirado, es captado por una suerte de invisibilidad de la cual no me puedo desligar. Este cráneo, esta parte trasera de mi cráneo que puedo palpar con mis dedos, pero nunca ver. Esta espalda que siento apoyada contra el respaldo del sofá cuando estoy tumbado y que sólo sorprenderé con la artimaña de un espejo. Y qué es este hombro del cual conozco con precisión los movimientos y las posiciones pero que nunca sabré ver sin torcerme horriblemente. El cuerpo, fantasma que sólo aparece como un espejismo de los espejos, y, aún, de una manera fragmentaria. ¿Realmente necesito de los genios, de las hadas, de la muerte y del alma para ser a la vez indisolublemente visible e invisible?
Michel Foucault
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