martes, 21 de junio de 2011

Monólogo de Laurencia en Fuenteovejuna,


¿Qué hacéis aquí, maricones, hombres sólo en la apariencia, en conversación infame, que no sentís vuestra afrenta? Gallinas, y aun no gallinas, pues ya saben volver éstas los picos contra el milano que sus polluelos le lleva. ¿Qué pastor hay tan cobarde que, con gritos, hondas, piedras, no  libre del lobo vil la ya acometida oveja? Una hormiga, si la quitan el grano que avara encierra, muerde atrevida al contrario. Un mosquito se sustenta de la sangre de un león, y hasta la más torpe abeja acomete vengativa a quien roba sus colmenas. Pues, gallinas, el milano se atreve a las pollas tiernas de vuestro lugar y casas, ¿y no vengáis vuestra ofensa? El lobo bárbaro os roba,
villanos, una cordera delante de vuestros ojos, ¿y le dejáis ir con ella? Volved, hormigas cobardes, por la agostada cosecha del honor que os han quitado de un traidor las insolencias.
Aún menos sois que mosquitos, pues ninguno hay que se atreva á sacar sangre afrentosa
a quien derrama la vuestra. Mas, pues, vuestra cobardía llevar los panales deja, del colmenar de la fama zánganos sois, que no abejas.
No os llaméis hombres, cobardes; ceñid al lado las ruecas, pues no sabéis ceñir armas más que para la apariencia. Si como sabéis guardar las espadas que las vean desnudas contra tiranos guardarais las hijas vuestras, no las violara la injuria; mas si las espadas vuestras son vírgenes, mal podréis defender tantas doncellas. ¡Que a vuestros ojos un hombre haga torpe y loca presa en una frágil mujer, en una vecina vuestra! ¡Que os lleve con ella la honra, y que no tengáis vergüenza de vivir y no vengaros! ¡Que estéis de aquesa manera conversando unos con otros como si en paces o fiestas, contárades las hazañas que emprendistes en la guerra! Diez leguas de Zaragoza vivís, y la gente de ella son espejo de las armas, blasones de la nobleza. ¿Cómo se os pega tan poco, decid, gente aragonesa? ¿Por qué afrentáis vuestra pata afeminados en ella? Si no sois para vengaros,
llamad las mujeres vuestras; pedidlas que os desagravien, quejaos llorosos ante ellas, y mientras se arman valientes y la aguja en lanza truecan, el acero por las galas, las espadas por las ruecas,
quedaos en casa vosotros, hilad, barred, viles hembras; jabonad y haced colada, que aunque la hagáis, yo estoy cierta que no sacaréis las manchas que en vuestra honra el agravio echa, si no es con sangre enemiga que es la más eficaz greda.
¿Calláis? ¿Teméis? ¿No venís? Mas ¿para qué? No os den pena injurias de vuestras hijas,
comprad trompas y muñecas; jugad, niños, que es razón que mientras vive Laurencia ella tomará venganza.
 ¡Vive Dios! Que en vuestra afrenta ha de mudar, gente vil, el traje y naturaleza, por que os enseñe a ser hombres, siéndolo vuestra Laurencia. Bandos hay en Aragón; volviéndome bandolera, no he de dejar hombre a vida. ¡Guárdese de mí mi tierra! Que en vosotros los primeros he de vengar mis ofensas, y vestidos de mujeres sacaros a la vergüenza. El que hombre fuere, mis agravios sienta.