domingo, 30 de enero de 2011

Oda a la critica


Yo escribí cinco versos: uno verde,
otro era un pan redondo,
el tercero una casa levantándose,
el cuarto era un anillo,
el quinto verso era corto como un relámpago
y al escribirlo me dejó en la razón su quemadura.

Y bien, los hombres, las mujeres,
vinieron y tomaron la sencilla materia,
brizna, viento, fulgor, barro, madera
y con tan poca cosa construyeron paredes, pisos, sueños,
En una línea de mi poesía secaron ropa al viento.
Comieron mis palabras, las guardaron
junto a la cabecera, vivieron con un verso,
con la luz que salió de mi costado.
 
Entonces, llegó un crítico mudo
y otro lleno de lenguas, y otros, otros llegaron
ciegos o llenos de ojos, elegantes algunos
como claveles con zapatos rojos,
otros estrictamente vestidos de cadáveres,
algunos partidarios del rey y su elevada monarquía,
otros se habían enredado en la frente
de Marx y pataleaban en su barba,
otros eran ingleses, y entre todos se lanzaron
con dientes y cuchillos, con diccionarios y
otras armas negras, con citas respetables,
se lanzaron a disputar mi pobre poesía
a las sencillas gentes que la amaban:
y la hicieron embudos, la enrollaron,
la sujetaron con cien alfileres,
la cubrieron con polvo de esqueleto,
la llenaron de tinta,
la escupieron con suave
benignidad de gatos,
la destinaron a envolver relojes,
la protegieron y la condenaron,
le arrimaron petróleo,
le dedicaron húmedos tratados,
la cocieron con leche,
le agregaron pequeñas piedrecitas, 
fueron borrándole vocales, fueron matándole
sílabas y suspiros, la arrugaron e hicieron
un pequeño paquete
que destinaron cuidadosamente
a sus desvanes, a sus cementerios,
luego se retiraron uno a uno
enfurecidos hasta la locura.
 
Porque no fui bastante popular para ellos
o impregnados de dulce menosprecio
por mi ordinaria falta de tinieblas,
se retiraron todos y entonces,
otra vez, junto a mi poesía volvieron a vivir
mujeres y hombres, de hicieron fuego,
construyeron casas, comieron pan,
se repartieron la luz
y en el amor unieron relámpago y anillo.
 
Y ahora, perdonadme, señores,
que interrumpa este cuento
que les estoy contando y me vaya a vivir
para siempre con la gente sencilla.

Déjame sueltas las manos

Déjame sueltas las manos
y el corazón, déjame libre!
Deja que mis dedos corran
por los caminos de tu cuerpo.
La pasión —sangre, fuego, besos—
me incendia a llamaradas trémulas.
Ay, tú no sabes lo que es esto!

Es la tempestad de mis sentidos

doblegando la selva sensible de mis nervios.
Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!
Es el incendio!
Y estás aquí, mujer, como un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!

Déjame libre las manos

y el corazón, déjame libre!
Yo sólo te deseo, yo sólo te deseo!
No es amor, es deseo que se agosta y se extingue,
es precipitación de furias,
acercamiento de lo imposible,
pero estás tú,
estás para dármelo todo,
y a darme lo que tienes a la tierra viniste—
como yo para contenerte,
y desearte,
y recibirte!

Si tu me olvidas


Quiero que sepas una cosa.
Tu sabes cómo es esto: si miro la luna
De cristal, la rama roja del lento otoño
en mi ventana, si  toco junto al fuego
la implacable ceniza o el arrugado cuerpo
de la leña. Todo me lleva a ti, como si
todo lo que existe, aromas, luz, metales,
fueran  pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.

Ahora bien, si poco a poco dejas de
quererme, dejare de quererte poco a poco.
Si de pronto me olvidas no me busques que
ya te habré olvidado. Si consideras largo
y loco el viento de banderas que pasa por
mi vida y te decides a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces, piensa que
en ese día, a esa hora levantare los brazos
y saldrán mis raíces a buscar otra tierra.

Pero si cada día cada hora sientes que
a mi estas destinada con dulzura implacable.
Si cada día sube una flor a tus labios
a buscarme, ay amor  mío, ay mía, en ti todo
ese fuego se repite, en mi nada se apaga ni
se olvida, mi amor se nutre de tu amor,
amada, y mientras vivas estaré en tus
brazos sin salir de los míos.

Viceversa

Tengo miedo de verte necesidad de verte
esperanza de verte desazones de verte
tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte pobres dudas de hallarte
tengo urgencia de oírte alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte
o sea resumiendo
estoy jodido y radiante
quizá más lo primero que lo segundo
y también viceversa.

Corazón coraza

El futuro


Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y se muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.

Espejo

El sueño castigado se queda
en el sueño de sí mismo, no
pendula su espanto.
¿A dónde irá con su memoria?
Entre árboles busca
una sombra verdadera
en esta duración. El sueño
era otros y es otro hoy que otros
lo niegan o creen que no existió.
No quiere encuentros falsos
y contempla su cara en un espejo
Que se detuvo y guardó
fulgores que no envejecen
mañana.