lunes, 2 de enero de 2012

Déjalos que hablen.

 Del color que sean,

déjalos que hablen.
Que hablen
rojos o azules,
verdes o canarios.
¿Qué saben ellos de mí
salvo que soy un cuerpo?

Déjalos que de mí coman
que me pudra entre sus dientes,
que sirva de alimento a esta banda
de gusanos que se adherirán
a mi piel cuando por fin descanse.

¿Qué saben ellos de mí,
salvo que soy un dócil cuerpo?

Moradas Mariposas

Fui semilla de sol plantada en la tierra
parida por un tornado de agua
entre polvo estelar y alarido de colores.

Yo quería nacer mariposa,
águila
y que me crecieran doradas plumas,
pero nací higuera de enormes raíces
y me salieron ramas
y de las ramas hojas
y me nacieron ojos en la corteza.

De las hojas brotaron palomas,
acunaron suspiros mis rojos dedos,
mis manos abanicaron tinieblas
y probé la manzana del Edén.

Supe del sabor de la sangre,
me punzaron los huesos,
aprendí a llorar con mi sombra
y a cargar la cruz del fruto de María,
pero también probé la miel sagrada de la rosa
y la carne del cordero,
tuve sangre virgen en las venas
y entre mis piernas el jugo de Adán corrió.

Mi vientre parió moradas mariposas
que alimenté con savia pura de abeja
y me convertí en olmo
para defender los frutos
y ni sequías
ni tempestades
arrancaron mi tronco de la tierra.

Cantaron muchas primaveras con sus inviernos,
maduraron los higos,
a la vida cayeron,
se olvidaron de este árbol
y desnudas quedaron mis ramas.


Dejé de ser higuera y olmo,
me crecieron alas
y en las plumas colores
y en los colores agua
y me convertí en pez-golondrina.


Mis lágrimas humedecen las escamas
y los suspiros hacen volar mis alas
cuando veo las semillas que mis frutos dieron.

Soy feliz de haber nacido higuera,
volverme olmo
y ahora ser pez-golondrina
sin nido fijo y sin cadenas.




Letanía!

Benditas las mujeres que protegen el fruto de su vientre
asumiendo la parábola de su belleza bajo un delantal,
aquellas que lavan su rostro con el manto de la rutina
y aprenden a alzar la voz , aunque sólo se tenga la voz.

Benditas las mujeres que arrastran la cruz de impuras
regando su futuro con lágrimas de ausencias
que encuentran purificación en el agua de cualquier río
y tejen amores dispersos en el manar del tiempo.

Benditas las mujeres que se enamoran, 
las hechiceras de la noche, 
las que comparten el fuego de las bodas del cuerpo
en la consagración de la piel.

Benditas las que gritan lo que el corazón profesa
las que escuchan y las que imponen su palabra
también las que callan su verdadera pasión
sobreviviendo como agua estancada y triste.

Benditas las que enfrentan el nido vacío
reviviendo cada noche el éxodo desde su origen.

Benditas las que son tormenta, río sin cause, 
a las que llaman locas, revoltosas,
liberadas, feministas,
y son capaces de atropellar al viento con una mirada

Benditas las hembras con fracturas y fragmentos
Benditas Nosotras. Matriz del universo.